domingo, 31 de agosto de 2014

"Begin Again" de John Carney

Recuerdo perfectamente bastante bien la primera vez que vi la anterior película de John Carney, “Once”. Fue en mi época cretense, no sé cómo llegó a mí pero la cuestión es que la tenía a mano. Me puse a verla sin saber nada de ella. Peor aún, pensaba que estaba viendo otra película (aunque no recuerdo cuál) y no ésta. Cuando empecé a verla, estuve a punto de dejarla: no era la película que creía que iba a ver, no sabía de qué iba y no estaba segura de que me fuera a gustar. Menos mal que la seguí viendo. Me pareció una película maravillosa, tan simple como intensa, llena de una sensibilidad difícil de encontrar en la cinematografía actual. Y una banda sonora maravillosa, muchas de cuyas canciones están marcadas como mis favoritas en mi reproductor (me encanta ésta). La volví a ver el año pasado, cuando volví de Dublín, donde se desarrolla la historia. Necesitaba volver a verla. Y me gustó tanto como la primera vez. Y  Glen Hansard es un cantante maravilloso, con canciones post-“Once” tan increíbles como ésta.

Cuando descubrí que el mismo director hacía una película, supe que la tenía que ver. Esta semana por fin la vi. La verdad es que estaba un poco asustada: esta vez, los protagonistas eran actores famosos y tenía miedo de encontrarme una película mucho más comercial y menos interesante. Pero no. Es cierto que la trama es diríamos más convencional, está más masticada, supongo que para atraer más al gran público. Pero de cualquier modo, “Begin again” es una película maravillosa. No sé si me ha gustado más o menos que “Once”, me ha gustado de manera diferente. Me ha gustado mucho, mucho. Pero me he enfrentado a ella de manera muy diferente a “Once”: aunque no sabía mucho de su argumento, sí que sabía que era una historia similar. Y sí, lo es. En las dos cintas, los dos protagonistas están separados o se separan de sus parejas, aunque las siguen añorando. Se encuentran por casualidad y su compartido amor por la música hace que surja algo conjunto muy bonito, la grabación de un disco en situaciones peculiares. Incluso los finales guardan cierta similitud. Igual que en “Once”, la música es clave en la trama, un personaje más, el punto de unión entre dos personajes perdidos, desesperanzados, casi desesperados. Y es gracias a la música que son capaces de atisbar un punto de esperanza en sus vidas.

Muy recomendable. Y la banda sonora pasará a formar parte de mis favoritos en cualquier momento.
Ah, y me encanta Mark Ruffalo.

Encima, acabo de descubrir que John Carney tiene una película anterior a “Once”, “On the Limit” en la que aparece un actor que me parece totalmente perturbador, Cillian Murphy, perturbador en el mejor de los sentidos, habrá que verla.

Hoy, actualizando desde Zagreb (Croacia). Estaré por aquí unos días. Trabajo y tal.

martes, 26 de agosto de 2014

La declaración

Hago la declaración de la renta desde… no sé, desde que la tengo que hacer. No soy muy fan de hacerla, siempre me estresa, siempre creo que me toman el pelo y que en el borrador no me desgravan lo que toca (y así es). Me ardieron las entrañas cuando descubrí que tenía que declarar lo que cobré simultáneamente aquí y en Grecia los meses que viví allí pero, oh sorpresa, no podía desgravar simultáneamente una hipoteca y un alquiler. “Tienes una hipoteca y ya te desgrava. El alquiler no te puede desgravar”. “Claro, claro. Pero es que pasé unos meses viviendo fuera y ¡en algún sitio tenía que dormir! Entonces, si no me desgrava el alquiler griego tampoco tengo que declarar lo que gané allí, ¿no?”. Risas enlatadas.

La cuestión es que este año se me fue la pinza con la declaración de la renta. No es que no la hiciera, la hice, pero lo fui dejando y dejando… y la hice el penúltimo día. Bueno, el último.

¿Sabéis eso que dicen de que puedes confirmar el borrador hasta el “30 de junio”?

Mentira.

Hay una letra pequeña que pone por ahí algo así como “Con resultado a ingresar con domiciliación en cuenta hasta el 25 de junio”.

¡Eso no lo dicen en los anuncios!

Yo la descubrí el 29 de junio. Y mi declaración era a ingresar. Y quería domiciliarizarla en cuenta.

No hay dolor, no hay dolor.

Horas sudando la gota gorda, sufriendo, pensando que ¡no podría hacer la declaración! Que acabaría como Bárcenas o Matas u otros políticos, con mis huesos en la cárcel. “Señoría”, me imaginaba a mí misma diciendo en un juicio rápido, “fueron unos meses muy intensos. Estuve en el mar muchos días, en viajes de trabajo, pasó el tiempo y lo dejé todo para el último día”.

Lección 1: No dejar las cosas para el último día.

Al final, surfeando por la web de la agencia tributaria, haciendasomostodos, encontré una solución: podía presentar la declaración si pedía un aplazamiento del pago.

¿Aplazamiento del pago?

Ay, madremía, ¡menos mal! Sólo qué… ¿Qué pensarán los de haciendasomostodos cuando vean que solicito un aplazamiento del pago teniendo suficiente dinero para hacer el pago? Es igual. Botón“Aceptar”.

Pero…

Pero no me funcionaba bien el rollo ese del certificado electrónico. Infierno. Estrés. Eso me pasa por no actualizar el certificado cuando toca y no instalarlo convenientemente en el ordenador cuando toca. Día 30 por la mañana lloriqueándole al informático del curro para intentar arreglarlo.

Lección 2: Actualizar las cosas esas electrónicas cuando toca. Nunca sabes cuándo (ni con qué urgencia) las vas a necesitar.

Finalmente, el 30 de junio a las 09:26 –ahí, viviendo al límite-, corregí mi borrador de la declaración (sí, había un fallo, 30 euros me quería timar haciendasomostodos) y pedí un aplazamiento de pago… ¡para el 5 de julio!

Las deudas hay que pagarlas cuanto antes, mejor.

Y pasaron los días.

Y las semanas.

Y sufría en silencio, porque no sabía nada y no se lo había contado a nadie. ¿Por qué? Porque a cualquiera que se lo dijera me diría “Mira que eres tonta, ¡dejarlo todo para el último día!”.

Y me fui a Roma. A trabajar. Y me tomé unos días libres por allí de paseo. Y hasta fui a Florencia. Y volví.

Y al cabo de unos días (23 de julio, exactamente) dije “Uy, voy a abrir el buzón, para vaciarlo de propaganda”. Y allí, escondido entre propagandas de sushi y pizza a domicilio, había una notificación de correos. “Uy, una notificación de correos. Uy, de una comunicación de haciendasomostodos. ¡Ah! Lo de la renta. Uy, llegó al día siguiente de que me fuera y uy, ¡ya ha caducado!”. Crisis total y otra lección aprendida.

Lección 3: Sacar el correo del buzón cada día.

Llamé a la oficina de correos y me confirmaron que la comunicación ya no estaba allí, pero que no me preocupara, que me la volverían a mandar. “¿Seguro?”. “Sí, es el trámite habitual”. “¿Seguro, seguro?”. "Que sí".

Y pasaron los días.

Y las semanas.

Y hoy, sí, precisamente hoy, 26 de Agosto, me llega una carta de haciendasomostodos. De esas largas que no entiendes nada y te vas al final, a ver si pillas algo. No he entendido nada. Pero he visto la fecha de la carta (5 de Agosto) y luego he leído las palabras “15 días naturales” y he empezado a transpirar copiosamente. Luego me he calmado (un poco), lo he leído bien y he entendido algo así como que podía recoger la comunicación por internet con certificado electrónicoblablabla.

Dos horas batallando con el mardito certificado electrónico, la mardita sede electrónica de haciendasomostodos y la madreque… Cerrar, abrir, cerrar, abrir, instalar nosequé, activar nosequé.

Pero al fin he conseguido mi comunicado de 8 páginas.

Ocho páginas.

Casi dos meses después y con los nervios que he pasado pensando que iba a acabar en la cárcel, ¿me escriben 8 páginas? ¿No podrían resumir?

Bueno, lo que he entendido de las 8 páginas es que me conceden el aplazamiento de mi deuda “al haberse apreciado la existencia de dificultades transitorias económico-financieras y teniendo en cuenta sus posibilidades de generación de recursos”. En realidad, yo no quería un aplazamiento. Yo sólo quería pagar. Pero bueno, tengo la deuda aplazada hasta el 22 de septiembre. Creo entender que me lo cargarán en cuenta, pero voy a leerlo otra vez por si acaso, no sea cosa que al final, sí, realmente acabe en la cárcel.

Y me van a cobrar 3,46 € de intereses.

Por tonta.

lunes, 25 de agosto de 2014

Más plantas

Meses sin hablar sobre plantas y ahora me pongo a hablar (bueno, escribir) sobre ellas dos veces en menos de quince días.

Yo soy asín.

Ahora que estoy empezando a eliminar las tomateras (ay, cosas que pasan al final del verano…), tengo algunas macetas libres que he aprovechado para sembrar zanahorias (la última cosecha fue muy bien: numerosa, aunque de pequeño tamaño) y (por primera vez en mi balcón) rabanitos. A ver qué tal se dan los rabanitos. De momento, en sólo unos días ya han echado hojas. Y por fin he empezado a usar una pequeñas pizarras que compré en una Tiger danesa [*], para saber qué hay en cada maceta y cuándo se sembró su contenido. Me encantan.

Y preparándome para el invierno, ya me he hecho con mi planta de tomillo anual. El tomillo es ideal una vez seco, en infusión, para calmar la tos. No es que diga que voy a toser mucho este invierno… pero por si acaso, ya tengo la planta, que nunca se sabe.

Mi último capricho: una mini-orquídea blanca. Como la mía no acaba de echar flores (y no creo que lo haga en una temporada), decidí darme un capricho y comprarme una pequeña. No tengo yo mucha mano con las orquídeas, lo admito, pero dadme una oportunidad.

[*] Han abierto hace poco una tienda en mi ciudad, pero aún no la he visitado. No sé, para mí Tiger está asociada a Copenhague, no sé si me apetece tenerla también por aquí.





domingo, 24 de agosto de 2014

Vacaciones

Mañana vuelvo al trabajo después de 18 días (laborables) de vacaciones.

Dieciocho días.

Nunca, nunca, nunca en mi vida laboral me había cogido tantos días de vacaciones seguidos (exceptuando cuando me fui a Creta, pero de hecho allí no estuve de vacaciones, precisamente). No sé si volveré a cogerme tantos días seguidos el año que viene (si sigo contratada). Está muy bien lo de las vacaciones largas, pero me ha pasado lo que siempre he pensado que me pasaría si me cogía muchos días: no quiero volver al trabajo.

Vale, esto sonará totalmente superficial en un país con una tasa de desempleo vergonzosamente alta, pero trabajar me quita muchas horas de hacer cosas que me gustan. Y vaya por delante que mi trabajo me gusta, y mucho, no me puedo imaginar a mí misma haciendo otra cosa, pero ciertamente, trabajar me quita mucho tiempo libre. Y haber tenido tantos días en los que he podido hacer (más o menos) lo que quería me hace sufrir pensando que a partir de mañana, mi vida no va a seguir siendo como lo han sido las últimas semanas. Por eso llevo toda la tarde lloriqueando al respecto. Bueno, exagero, tampoco ha sido para tanto.

El otro día le decía a mi padre que tenía la sensación de que había aprovechado muy bien las vacaciones. Me miró como si fuera una extraterrestre y tuve que añadir la coletilla “para no hacer nada”. Y, repasando lo que he hecho estas vacaciones, básicamente no he hecho nada. Nada interesante ni trascendente quiero decir. De hecho, de las dos cosas que me propuse hacer esta última semana de vacaciones (cortarme el pelo, lavar el coche), sólo he hecho una (averiguad cuál). En mi defensa, diré que había pronóstico de lluvia varios días (y ayer cayeron cuatro gotas). La limpieza del coche tendrá que esperar.

Estos días he estado mucho en casa. Lo necesitaba. He disfrutado de estar en casa, del sofá y de la tele. He visto muchas series y bastantes películas. He leído bastante, todo en papel, aprovechando que no tenía que coger aviones. He cuidado de mis plantas, cosechado tomates y pimientos. Incluso he tirado la planta de Navidad que llevaba variaos semanas meses muerta. He tejido mucho, mucho, mucho, hasta que me han dolido los dedos y eso me permite pensar que igual acabaré un jersey a tiempo para utilizarlo este invierno. He cosido un gorro playero. He limpiado poco. He estado mucho tiempo con familia y amigos. He ido bastante a la playa, a playas del norte, sur, este y oeste de mi isla, a pequeñas calas y grandes arenales. He ido a bailar (ball de bot y lindy hop), a varios conciertos y a verbenas, incluyendo una noche de arte. He ido a varios cumpleaños (uno greco-romano) y a un velatorio. He ido algunos días al trabajo, algunas horas, por la tarde, con premeditación y alevosía, al menos una vez por semana, algunas semanas algo más. No he hecho casi nada de la lista de deberes laborales que me traje para las vacaciones, ni siquiera lo que era hiperurgente. He mirado el correo del trabajo casi cada día y he respondido algunos mensajes, los que me apetecía responder. He paseado por mi ciudad. He acompañado a familiares a médicos y pruebas médicas. Sólo he pasado dos noches fuera de casa, ni siquiera seguidas y ha sido en un lugar tan lejano como la casa de mi hermana, a 40 km de la mía. He hecho poco deporte, incluyendo una clase de energy jump. He cocinado poco, pero he preparado yogures y pan varias veces. Me he comprado unas sandalias preciosas por internet. No he tenido ningún amor de verano. He dormido menos de lo que pensaba, no he sentido necesidad de dormir como si hubiera un mañana, no me lo pedía el cuerpo. Pero no pasa nada, en un par de meses, me pongo a hibernar. He dormido algunas siestas, no tantas como hubiera querido, pero ¡hay tanto que hacer estando de vacaciones!

Y supongo que he hecho más cosas, pero se han quedado en el limbo de los recuerdos olvidados de estas vacaciones.

Mañana será otro día. Y habrá que madrugar.



Feliz inicio de semana.

jueves, 21 de agosto de 2014

Un gorro

Hace unos meses, un día decidí que quería aprender a coser con máquina de coser. Mi madre tiene una y sabe, así que me dio un par de lecciones y pasé un buen rato dándole al pedal (eléctrico). Desde entonces, tenía ganas de hacer algo, algún proyecto de novata total, para perderle el miedo a la máquina. Así que cuando vi en el blog de Miso un gorrito, me pareció el proyecto ideal: hecho con telas recicladas, sencillo y útil. Yo soy muy de gorrito en la playa y aunque tengo un sombrero maravilloso que me encanta, también tengo un gorro (bueno, dos) de este estilo que me gusta.

Así que ahí me puse, con un pantalón viejo de mi hermana la gafapasta y una camiseta vieja mía (que tenía ya agujeros, pero me daba pena tirar), me lancé a la aventura siguiendo el patrón. Y gracias a la inestimable ayuda de mi madre (el que ideó cómo poner el hilo en una máquina de coser supongo que estará ardiendo en el infierno, qué complicación), en unas pocas horas conseguí este gorro reversible.

¡Tachán!



 


Tiene fallos, mucho. El primero la elección de la tela: es muy fina, de camiseta barata, pero es taaaan bonita que no la podía tirar. Además, es un gorro de prueba y, para ser mi primer proyecto con la máquina de coser, ha salido medianamente decente. Sólo usé una pernera de un vaquero. Tengo tres perneras más que aprovechar, así que creo que habrá más gorritos. Eso sí, dentro de un tiempo, que coser a máquina es agotador y necesito un descanso. Jeje.

Ayer ya lo estrené en la playa. Día de cielos grises y mares verdes.


Y como es jueves, ¡me voy a RUMS!

martes, 19 de agosto de 2014

Películas en vacaciones

Con esto de estar de vacaciones, estoy viendo más películas de lo que es habitual en mí, recuperando un ritmo que ya podría mantener igual todo el año. Y aunque aún no he acabado las vacaciones y aún creo que veré alguna más, aquí va un resumen de las pelis que he visto últimamente.

“Cómo entrenar a tu dragón” de Dean DeBlois y Chris Sanders es una película de animación de la que sabía bastante poco, así que la vi sin saber de qué iba. Es la historia de un pueblo vikingo que vive en constante temor por ser atacado por dragones. Su protagonista es un jovencito que debe entrenarse para matar dragones y su encuentro con el dragón más temible de todos que hará que todo cambie. Me lo pasé genial viendo la peli. Entretenida, divertida, amena. Ahora hacen en el cine la segunda parte, no creo que vaya a verla, pero sí que la veré en algún momento del futuro.

“Todos los días de mi vida” de Michael Sucsy. Pillé esta peli por casualidad en la tele y me pareció que sería suficientemente tonta y superficial para verla mientras tejía (no soy aún una experta tejedora, así que tengo que ver cosas que no me requieran demasiada concentración). Me equivoqué bastante, porque es una película más seria y dura de lo que me pensaba. Narra la historia de una chica que, tras un accidente de tráfico, olvida una parte de su vida, la más reciente, incluyendo a su actual marido. Éste trata por todos los medios que recupere la memoria o, en su defecto, intentar volver a enamorarla. Me gustó regulín. Pensaba que sería una comedia y tira mucho más al drama, encima basada en hechos reales. Pelín ñoña, no me entusiasmó demasiado.


"Up in the air” de Jason Reitman la vi por recomendación. El protagonista, George Clooney trabaja para una empresa que se dedica a despedir a gente de otras empresas. Su trabajo le lleva a viajar continuamente por los Estados Unidos. Cuando una joven compañera de trabajo propone un método de despido que evita viajar, ve como su maravillosa vida viajera corre peligro de desmoronarse, así que hará todo lo posible para demostrar que su trabajo se hace mejor viajando. Me ha gustado mucho la película, a ratos cómica, a ratos dramática, muy agridulce. Me ha parecido una historia redonda, un buen reflejo de la soledad, de cómo enfrentarse a ésta. A ratos me he sentido un poco identificada (pero no mucho) con el personaje de Clooney, con lo de tanto viajar. Afortunadamente, creo que no soy tan adicta a viajar como él y, la verdad, aunque viajar mola (y viajar en soledad también), a mí me gusta mucho volver a casa.

“The Perks of Being a Wallflower (Las ventajas de ser un marginado)” de Stephen Chbosky cuenta la historia de un chico introvertido que empieza su primer año de instituto, con la carga del reciente suicidio de su mejor amigo a sus espaldas. Durante los primeros días, conoce a un chico y una chica de último año, de los que se hace amigo y hace buenas migas con su profesor de Literatura. Recuerdos de su pasado, su melancolía y fragilidad, la relación con sus nuevos amigos y su amor por la literatura marcarán ese curso. Me ha parecido una película curiosa, según la veía, no me entusiasmaba, pero a posteriori, cuanto más pienso en ella, más y más me gusta. Además, salen dos de mis guapos favoritos (Paul Rudd y Dylan McDermott, madre mía, me estoy haciendo mayor, ya no me gustan los protagonistas, sino sus padres y profesores) aunque no me he creído para nada a Emma Watson: lo siento, la veo demasiado pijilla, demasiado mira-qué-mona-y-fina-soy para el papel que interpreta. No me la creo. El resto de reparto de jovencillos sí que me ha parecido mucho más creíble (sobre todo porque no conocía a la mayoría). Creo que vale la pena verla, es interesante. Y juraría que el libro en el que se basa lo debe ser más.

“El club de los poetas muertos” de Peter Weir. Tuve que verla después de la muerte de Robin Williams. Hay muchas películas de Robin Williams que me gustan, pero ésta me impresionó especialmente en su día, cuando siendo adolescente la vi en el cine. Qué voy a contar de esta peli. Me encanta y me hace llorar, no lo puedo evitar. Es una auténtica maravilla. Debería ser de obligada visión para todo adolescente. Bueno, para todo el mundo. Creo que debería verla más a menudo. Y ver de jovencitos a actores como Robert Sean Leonard, Ethan Hawke o Josh Charles (¿He dicho ya que adoro a su personaje en “The Good Wife”? Lo adoro, sin paliativos) no tiene precio. Gran película, gran Robin Williams. ¡Oh Capitán! ¡Mi Capitán!



lunes, 18 de agosto de 2014

"La delicadeza" de David Foenkinos

Compré este libro porque leí en algún sitio que era delicioso. Un tiempo después, Carmen J. utilizó el mismo adjetivo para definirlo y escribió una reseña que me impulsó a ponerlo en el listado que hice por Sant Jordi de este año sobre los libros que quería leer este año (lista que, dicho sea de paso, no llevo del todo mal). Y ahora, aprovechando que estoy leyendo más en papel porque no estoy de viaje, lo he leído.

Cuando llevaba unas pocas páginas, busqué por internet una foto de la portada para ponerla en el blog y fue entonces cuando descubrí que hay una película basada en él, dirigida por el mismo autor del libro y protagonizada por Audrey Tautou. Pero lo sorprendente no es que no supiera que había una película (sí que lo sabía, sale en la contraportada del libro) sino que yo esa película ya la he visto. Concretamente hace dos veranos. Y no es que no la recordara, simplemente la había borrado de mi mente. Intentando recordar fue una película que no me dejó muy buen sabor de boca y, leyendo la reseña que entonces hice, confirmé esos recuerdos. Escribí (textualmente) “no acaba de ser ni una comedia, ni un drama y tiene algún momento que parece que casi se acerca a un lirismo casi irreal, pero no llega a ser ni suficientemente lírica, ni suficientemente irreal, pero tampoco suficientemente real”. Debo admitir, como admití entonces, que cuando la vi estaba enfadada con el mundo en general y con el amor en particular, así que probablemente era la película menos adecuada para ver con mi estado de ánimo.

Así que, después de esto, me enfrenté a la novela con ciertos prejuicios. Por un lado, todo el mundo decía que era una historia deliciosa. Por otro, le tenía cierta tirria por haber visto la película basada en ella en el peor de los momentos. Incluso pensé en no leerla, pero me dejé de tonterías y me la leí. Y sí, es ciertamente una novela deliciosa, que sé que hubiera disfrutado mucho más de no haber visto antes la película, porque ya sabía lo que iba a pasar. Eso no quita el punto lírico que sí que he viso ahora en la historia y que creo yo que en la película no vi por mi cabreo personal.

Ésta es, pues, la historia de una mujer que pierde a su marido y de cómo va superando esa pérdida, cómo encuentra la ilusión cuando cree que la vida ya no la puede ilusionar. Una historia muy sencilla, simple, contada de manera elegante, a veces hasta sutil, a ratos trágica pero también divertida. Una historia redonda, rápida de leer, que te instala una sonrisa en los labios y te hace sonreír. Muy recomendable. Y la película también, aunque en su día no fui capaz de apreciarla.