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lunes, 17 de julio de 2017

Cuadros

Hacía tiempo que no añadía ninguna novedad decorativa a mi casa y, de hecho, tenía pendiente un regalo desde hace dos navidades que debía ser un cuadro que no era capaz de encontrar. No es que lo hubiera buscado muy intensamente, pero sí que cada varios meses recorría algunas tiendas de cuadros y miraba las novedades que tenían. En este tiempo, sí que había encontrado algunos cuadros que me gustaban pero los había descartado porque no pegaban con la decoración del comedor (su destino era el hueco encima del sofá naranja, frente a la pared verde) o porque eran demasiado grandes.

Por fin, hace ya un par de meses vi uno que sí me parecía adecuado, no sólo por los colores, sino también por la temática. Adivinad qué sale en el cuadro. Sí, peces. A ver, no es que fuera obligatoria la temática marina, pero sí que me apetecía, no lo voy a negar. Y aquí está, el cuadro que por fin tengo sobre el sofá.


Aprovechando las circunstancias, acabé comprando también dos cuadros pequeños para colgar en el recibidor, que también seguía muy vacío (decorativamente hablando). En realidad, allí tenía ganas de colgar alguna foto hecha por mí, incluso tenía alguna seleccionada, pero lo he ido dejando y acabé escogiendo estos dos cuadros, esta vez no marinos, pero sí de temática natural. Y rojos. Por supuesto.


Y para rematar el impulso decorativo que tenía ya dormido, un amigo me regaló tres pequeños cuadros de temática oriental que no tenía dónde ponerlos. Con mis anteriores adquisiciones, ya quedaban menos partes de la casa sin decoración en sus paredes, pero el pasillo seguía estando un poco vacío, así que ahí los coloqué, aunque para ello acabamos haciendo un agujero que atravesó el armario empotrado de mi cuarto. Los inconvenientes de hacer de ser manitas de medio pelo.


Con todo esto, ahora mi casa luce más bonita y alegre.Vamos, creo yo.

domingo, 10 de agosto de 2014

ArtNit

Viernes noche. (El de la semana pasada, ay, ¡qué rápido pasan los días en verano!).

Pueblo perdido en mitad de la isla, al que hace años emigró mi hermana la gafapasta.

Noche de arte (ArtNit la llaman). Una cita ya ineludible en nuestras noches veraniegas.

Pinchos, vinos, pasear por las calles y entrar en casas y locales que se convierten, por unas horas, en galerías de arte.

Encontrar las medusas progenitoras de la que decora mi salón.


El indescriptible show de Cibersheep.

Bichitos que tienen poco de seres vivos.



 Imaginación con la arqueología futurista.


Y, tras la medianoche, fiesta en la plaza.

Primero, Vivian Caoba.

Después, dos djs pinchando música mientras un artista dibuja trazos y palabras en un cuaderno, que son como sueños proyectados en pantalla grande. Qué belleza, cuántas verdades, verdades como puños.





Y, de repente, suena esta canción, “Maria” de Blondie.


Me encanta.

Y en esa noche divertida, un poco loca, en la que me acuerdo mucho de una persona y bastante de otra (en ambos casos, demasiado), me viene a la cabeza la última noche en Creta, hace casi ya 6 (glups) años. Ahora que lo pienso, no fue la última noche, pero sí la última noche de fiesta. En un coche rojo de alquiler, despidiéndome de mi vecino, sonaba esta canción y le conté que a partir de ella, escribí toda una historia. Bueno, aún no estaba (ni está) acabada, pero sí está en mi mente. Y allí, en la plaza del pueblo de mi hermana gafapasta, rodeada de amigos, arte y con algo de alcohol corriendo por mis venas me juré a mí misma que escribiría más, que acabaría todas esas historias que tengo a medio contar, que ya basta de dejar cosas a medias.

La de tonterías que el alcohol te hace prometer.

martes, 5 de agosto de 2014

Arte en la calle

El otro día, cuando hablé del paseo por Florencia, me olvidé mencionar una cosa que me llamó poderosamente la atención. Es de esas cosas que, aparentemente, parecen una tontería. Pero te llaman mucho la atención y son esos detalles que te quedan grabados de los lugares que visitas.

Por toda la ciudad, encontramos en varios sitios representaciones de obras de arte famosas cuyos protagonistas llevaban puestas caretas de buceo. Me llamaron la atención, supongo que porque todo lo relacionado con el mar me llama mucho la atención, y les hice algunas fotos, divertida.

Hoy mismo, pensando en esta entrada, he estado brujuleando por internet y he encontrado que estas obras forman parte del proyecto “L’arte sa nuotare” (“El arte sabe nadar”) de un artista anónimo, Blub y que se puede seguir a través de Instagram y de Facebook. Me ha parecido un proyecto curioso, divertido, interesante y muy sugerente.

Y es que no todo el arte tiene que estar en museos.





miércoles, 9 de abril de 2014

El Greco

En 2008, viví 4 meses en Creta, en un diminuto apartamento en mitad de campos de olivos, con una terracita con vistas al Mediterráneo. Estas vistas.




Fueron meses fabulosos, en los que mi vida era muy simple. De lunes a viernes, trabaja a tiempo completo en mi tesis, en un centro de investigación construido en mitad de una base militar americana abandonada. Los fines de semana, recorría la isla, utilizando el (no especialmente eficaz) sistema de autobuses o alquilaba un pequeño coche amarillo (que fue rojo en las últimas semanas. Mi primer coche rojo, mucho antes que CocheCapricho).

Pocos días después de llegar, cuando aún me costaba leer los letreros en griego, visité el Museo del Greco, en Fodele, un pueblecito que se jacta de ser el lugar de nacimiento del pintor (aunque parece que no está claro). Me dirigía a una playa al oeste de la capital, donde había quedado con una amiga y decidí que Fodele me quedaba de camino. Más o menos. Así que allí iba yo, conduciendo ya como una auténtica cretense, es decir, con la mitad del coche por el arcén. Así.


En la radio sonaba el Chiquichiqui. Que sí.


Después del Chiquichiqui, la carretera se convirtió en una pista de tierra, en la que fue mi primera experiencia surrealista por carreteras cretenses (después vinieron muchas más). No sé cómo, pero conseguí volver a la civilización y llegué a Fodele.

El Museo era una pequeña casita en el campo, del que apenas guardo algunas fotos borrosas de reproducciones de la obra del pintor y algunos dibujos (creo que) originales. Junto a la casa, una de las numerosísimas iglesias que se encuentran desperdigadas por la isla. No estuve mucho tiempo en el museo, no había mucho que ver, más allá de algunas curiosidades, incluyendo un recorte de un periódico español. Éste.


Ahora que se acaban de cumplir 400 años de la muerte del Greco, me ha parecido bonito recordar aquellos días, aquella visita, aquella vida en Creta, tan inusualmente sencilla, tan sencillamente inusual. Y rendir mi pequeño homenaje al Greco. Y rescatar algunas de aquellas fotos.




Y para compensar el Chiquichiqui, una canción de la banda sonora de “El Greco” de Vangelis, que me compré durante aquellos meses en Creta. No he visto la película. Tal vez debería.


domingo, 12 de enero de 2014

Animales

Tengo pocos objetos de decoración en las paredes de mi casa. No es porque no me gusten, sino porque como no me parecían imprescindibles, no les he dado demasiada importancia. Quiero decir, poner lámparas o cortinas me parecía mucho más prioritario, así que el tema de decoración en general y el de las paredes en particular ha ido cayendo con cuentagotas, de tanto en tanto, casi por casualidad.

Sí que hay algunas cosas puntuales en algunas habitaciones, pero en general las paredes de mi casa están bastante vacías. Bueno, ahora no tanto con la incorporación de dos nuevas adquisiciones. Por una de esas casualidades de la vida que se suelen dar en la vida de la gente que ha estudiado Biología, las dos nuevas incorporaciones son representaciones de animales. Y lucen ya en el salón de mi casa, frente a frente.

La primera es una lámina de un elefante que me traje de mi último viaje a Namibia. Es de un artista local, Elton Mugomo, al que ya le compré otra lámina en un viaje anterior. La compré después de estar en Etosha. Y de flipar con los elefantes, claro, sobre todo con aquel que aparentemente se nos quedó mirando fijamente en mitad de la noche. Pero eso ya es otra historia. La lámina me encantó en cuanto la vi y, aunque dudé entre varias de sus láminas, casi desde el primer momento supe que me decantaría por ésta.


La segunda incorporación es una medusa, regalo de los Reyes Magos. Es de un escultor mallorquín, Jaume Canet. La vi el año pasado, en una exposición de una noche calurosa de verano y me encantó. Y como los Reyes Magos son muy listos, me la han regalado.


Son bonitos, ¿verdad? Ay, qué sería de mí sin esos Reyes más que Magos, Mágicos. Y sin ese padre-MacGyver que me hace agujeros en las paredes (y esta vez sin atravesarlas).

(Las fotos no es que sean una maravilla, pero las he hecho ya de noche, con la compacta, porque me ha dado pereza sacar la réflex).