domingo, 30 de junio de 2013

Conversaciones y frases

Vuelto a estar en tierra.

Quince días en el mar dan para mucho. Entre otras cosas, en estos días he sido testigo (y partícipe) de conversaciones curiosas (como discutir en el puente con tres tíos las diferencias entre el fucsia y el rosa chicle) y frases divertidas, extrañas, absurdas o duras que, a modo de resumen, voy a recopilar hoy.

Nada más entrar en el barco:
Yo (a un marinero): "Hola, ¿qué tal te va?".
Marinero: "Hasta ahora bien, pero ya veremos ahora que ha llegado la chica mala". (O sea, yo).

En el puente, me dice un oficial: “Nisi, sabes que te queremos mucho y que cuando te vas te echamos de menos, pero eres la jefa de campaña más dura que ha pasado por aquí”.

Un compañero se presenta a las 11 y pico de la noche en el comedor donde los demás pasamos el rato, con un plato de comida enorme (restos de la cena) y lo mete en el microondas. Una compañera le suelta “¿Te vas a comer eso?”. Y él responde: “No, sólo lo voy a calentar”. Carcajada general.

Me dice un camarero: “Nisi, tú eres guapa, lo que pasa es que no lo sabes”.

Un oficial: “Nisi, tú necesitas encontrar un buen muchacho, que te lo mereces”.
Yo: “Ya, ya, pero no aparece”.
Al día siguiente, me lo encuentro por mi ciudad y se despide de mí diciendo:
“¡Acuérdate de lo que te dije ayer!”.

En una reunión con el personal científico, solté una frase que no me gustó decir, pero que tuve que hacerlo: “No me ha gustado nada, pero nada lo que habéis hecho hoy. Ya os dije el primer día que esto no es una democracia, esto es una dictadura y aquí mando yo. Lo que digo yo, va a misa. Y a quien no le guste, que se vaya a tierra”.

Al final será verdad eso de que soy una jefa dura y chica mala.

En la foto, atardecer en el mar.

lunes, 24 de junio de 2013

Ayer y hoy

Ayer.



Mar en calma al norte de Menorca.

Hoy.



Temporal de Tramontana con mar de fondo de 3 metros en el canal de Menorca.

El mar es así. Absolutamente variable. Absolutamente sorprendente.

sábado, 22 de junio de 2013

Maó

 En estos días de mar, hemos parado una noche en el puerto de Maó. Menorca, en general, me entusiasma. Y la entrada a este puerto es simplemente maravillosa.



Es una especie de tradición parar allí y, aunque hace dos años tuvimos que hacer también una parada de emergencia en Ciutadella para desembarcar a un tripulante herido, la parada en Maó es la única que solemos hacer y todo un soplo de aire fresco en nuestro día a día marino. Solemos aprovechar esta parada para hacer cambios en el personal científico (gente que sube, gente que baja, aunque este año no ha sido el caso), hacer agua o para llevar/recoger material de la Estación Jaume Ferrer (como hemos hecho este año).

Aunque son pocas horas en puerto, las aprovechamos al máximo y solemos cumplir varias tradiciones no oficiales ni impuestas pero que, inevitablemente seguimos año tras años: un paseo por la ciudad, cena de (casi o) todo el personal científico en el mismo sitio de siempre (y disfrutando como enanos de comidas no habituales a bordo, como la pizza), copas en el Akelarre y, los que aguantan, en algún garito más. Y, al día siguiente, de vuelta al mar y a trabajar como si no hubiéramos estado quemando la noche, a un ritmo un poco más lento que el de costumbre, intentando volver a la rutina marina.

Aparte de estas tradiciones no escritas y grupales, yo tengo algunas tradiciones propias, aunque no sé si llamar tradiciones. Son pequeñas cosas que, si puedo, cumplo año tras año. A veces alguien me acompaña, a veces son solitarias. A veces no son posibles, a veces sí. Este año pensaba que no cumpliría ninguna. Y las cumplí todas.

Una de ellas es comprarme en una tienda determinada una camiseta de Pou Nou, una ropa de marca menorquina que me encanta: ropa de calidad con diseños también de la isla. Cumplido. Me compré ésta:



También me gusta subir por la mañana, antes de salir al mar, a dar una vuelta por el mercado, y comprar un queso como éste:




Y la última es desayunar en una cafetería junto al mercado, con vistas al puerto, leyendo el periódico o charlando si alguien me acompaña. Exactamente así:



Este año la visita al mercado y el desayuno fueron solitarios: todo el mundo dormía la juerga nocturna. Yo, que no puedo quitarme el chip de responsabilidad hasta que el último muestreo no ha acabado, me desperté a las 7 de la mañana, así que aproveché para ir al mercado y desayunar. Una auténtica delicia, aunque el trabajo de todo el día habiendo dormido sólo 4 horas se hizo bastante cuesta arriba.

Ah, casi se me olvidaba. Una cosa importante cuando entras a puerto es que hay que controlar que, a la salida, todo el personal científico está a bordo. Como somos muchos (18) y suponía que la mayoría no se levantaría antes de salir, este año desarrollé un sistema de alta tecnología que me permitía conocer quién estaba a bordo. Éste:


Eso sí, alguno me mandó un whatsapp a las 05:30 de la mañana diciendo “Estoy en el barco, no encuentro boli”.

domingo, 16 de junio de 2013

Con vistas

 Cabeza de ajos en el puente de mando, con vistas a Cabrera.
 

Zapatas (o bocanegra o moixina o Galeus melastomus) secándose al sol,  con vistas a Cabrera.


Saludos desde el mar. Con vistas.

viernes, 14 de junio de 2013

Hacia el mar (2nd round)



Todas y cada una de las campañas científicas en las que he participado en el mar son especiales. Ya lo dije alguna vez, no sé dónde, y lo seguiré diciendo siempre. Tengo recuerdos claros y cristalinos sobre todas y cada una de ellas, aunque con los años ya voy mezclando cosas. Aunque soy súper joven (jajaja), llevo 12 años dedicándome a esto y muchos días de mar. En los barcos he pasado muchos días y he pasado muchas cosas. He trabajado mucho, muchísimo, he aprendido mucho, muchísimo. He pasado de ser la chica que no distinguía una merluza de un jurel a ser yo la responsable de algunas de estas campañas. He conocido a gente maravillosa, a gente un poco insoportable y a gente entre esos dos extremos. He visto puestas de sol que te quitan el aliento y amaneceres increíbles. He descubierto animales que ni siquiera me habría imaginado en sueños (como la Phronima sedentaria) y bichos que te cuesta distinguir si son seres vivos o no. He llenado cajas de algas en popa, mano a mano con los marineros. Me he mareado mucho, pero mucho, sobre todo al principio y sobre todo en según qué barcos. He descubierto la maravilla de contemplar la tierra desde el mar y luego me he sentido extraña al volver a casa y tener que contemplar el mar desde la tierra. He vivido historias de amor y desamor, propias y ajenas. Y he trabajado con gente que sabía mucho más que yo, con gente que sabía mucho menos que yo, con gente que ya está retirada e incluso con gente que ya no vive.

Una campaña oceanográfica es como un Gran Hermano, pero sin Mercedes Milá ni nominaciones (aunque alguna vez me han dado ganas de nominar a alguno). Para lo bueno y para lo malo, estás encerrado en un espacio reducido durante muchos días, viendo a la misma gente a la hora del desayuno, trabajando, a la hora de la comida, trabajando, a la hora de la cena, trabajando y en el posible ratito de ocio que queda después de todo eso. La otra diferencia con Gran Hermano es que se trabaja. Y mucho. Es un trabajo físico, a veces duro, muy diferente a las horas de despacho y ordenador que son la rutina el resto del año. En los últimos años, me paso la vida subiendo y bajando escaleras en los barcos, entre cubiertas. Del puente a la zona de muestreo y a la popa, de la popa y la zona de muestreo al puente y así hasta el infinito. Pero también he medido muchos peces (y crustáceos y cefalópodos), he cargado muchas cajas, he picado muchos datos y he triado muchos individuos de mil y una especies diferentes.

La primera ronda en el mar este año fue muy bien. Me cargó de energía, la energía que necesitaba para esta segunda ronda, más larga, más complicada, más dura pero también más emocionante y melancólica. La última con el abuelo. En unas horas zarparemos hacia el mar en nuestra última (al menos mi última) campaña con el buque de investigación oceanográfica Cornide deSaavedra. No sé qué nos deparará esta campaña, no tengo ni idea. Sólo espero que tengamos buen tiempo (ojo, buen tiempo en el mar no significa sol, significa mar en calma. Me da igual que llueve o truene, pero prefiero el mar en calma que cualquier otro nivel de la escala Douglas). Sólo espero cumplir con los objetivos y volver con la satisfacción del trabajo bien hecho. Sólo espero un ambiente agradable y ser capaz de afrontar los imprevistos o los problemas que se presenten. Sólo espero que trabajemos duro y riamos felices.

Todo lo demás es insignificante.

jueves, 13 de junio de 2013

Huerto urbano

Es agradable volver a casa después de 9 días fuera y encontrarte tomates verdes, tomates casi maduros y tomates ya maduros, fresas a punto de caramelo, zanahorias que crecen, pimientos saludables, miles de flores y un jardín de ginkgos bajo el que algún día me gustaría, sí, me encantaría, echarme una siesta.

No quiero ni pensar cómo va a variar mi huerto urbano en los 15 días que voy a estar ahora fuera.










martes, 11 de junio de 2013

Pelis


Aprovechando que estoy en tierra, publico una entrada que tenía pendiente en la cabeza, sobre algunas películas que he visto en los últimos tiempos y que aún no había comentado.

Vi “La red social” de David Fincher en Namibia, pero en ese momento no me acordé de comentarla. Es la historia de facebook y su creador, Mark Zuckerberg. Me entretuvo mucho y me gustó bastante. Muestra los inicios de la idea y cómo se fue desarrollando y convirtiendo en el éxito que ha acabado siendo, aunque no deja en muy buen lugar a su creador. Sinceramente, no creo que le importe mucho, pero si la historia es tal y como la cuentan en la peli, este muchacho es un poco mala gente, por decirlo de alguna manera.

Hace un par de semanas vi en la tele una película muy recomendable, “El camino” de Emilio Estévez. La pillé ya empezada, lástima. Cuenta la historia de un padre (Martin Sheen) que viaja a Europa a recoger los restos de su hijo muerto cuando hacía el Camino de Santiago y decide continuar él mismo el Camino. Durante el viaje, conoce distintas partes de España y sus habitantes, así como a otros peregrinos con los que acaba haciendo el viaje: una canadiense que quiere dejar de fumar, un irlandés escritor totalmente bloqueado (el actor James Nesbitt, que ya vi en “Bloody Sunday”) y un holandés que quiere perder peso. Me gusto mucho, mucho esta peli. Yo nunca he hecho el Camino de Santiago, aunque tras ver esta peli me apetece mucho, muchísimo. La historia está muy bien, pero además muestra un respeto y de una manera tan natural, sencilla y realista todo lo que (dicen) rodea el camino que te dan eso, ganas de hacerlo.


Y, por último, la semana pasada vi “The lovely bones” de Peter Jackson en mitad del mar. Hace años leí el libro de Alice Sebold en el que se basa (“Desde mi cielo”). No recuerdo mucho del libro, sí que me pareció duro pero bonito, creo que lloré un poco y todo leyéndolo. La peli (también la pillé empezada) me gustó bastante, aunque creo que había un abuso de elementos oníricos, demasiados colores, flores, arbolitos y demás flipadas que no recuerdo tan exagerados en el libro. La protagonista, Saoirse Ronan, está que se sale, como siempre. Me encanta la energía que transmite.

Creo que tenía alguna peli más en el tintero, pero no me acuerdo cual… Es igual. Voy a buscar el cargador de mi mp3, que no lo encuentro…

domingo, 9 de junio de 2013

Pares y enjambres

En estos días en el mar hemos trabajado normalmente de forma tranquila en paralelo, un barco junto a otro, en la extraña soledad de los pares, tal y como muestra esta imagen del radar.


Sin embargo, algunos días hemos estado en zonas de pesca muy concurridas. Tanto, tanto, que incluso nos impidieron realizar el trabajo planeado.



Sí. Había días en las que muchos barcos nos rodeaban cual abejas en un enjambre, aunque alguna vez logramos hacernos un huequito en mitad de tanto barco.



Aaah, los días de mar…

jueves, 6 de junio de 2013

A bordo

La vida a bordo es bien curiosa. De un día para otro cambias totalmente tus rutinas, tu día a día, tu manera de vivir, tus horarios de comida. De un día para otro tienes que habituarte a un nuevo entorno (más o menos desconocido, más en este caso) y a nueva gente (también más o menos desconocida, también más en ese caso). De un día para otro te das cuenta de que ya te has adaptado a ese entorno, a esa vida, a ese horario: ya te parece normal comer a las once de la mañana, trabajar de ocho a ocho o bajar cinco cubiertas para ver a tus compañeros (y subirlas y bajarlas y volverlas a subir). La vida a bordo es tan curiosa que en pocos días ya sabes quién te cae mejor y a quién te gustaría cruzarte por los pasillos e intercambiar cuatro palabras o simplemente una sonrisa. No nos engañemos, no hablo de interés sentimental, ni de coña. Hablo de cruzarte con colegas que, eso, curran cinco cubiertas por debajo de ti, o con personal de a bordo que apenas conoces pero que son amables contigo. Porque, tampoco nos engañemos, estando fuera de casa se agradecen palabras amables a tu alrededor, una charla desenfadada, cuatro risas o un simple saludo.

La vida a bordo es bien curiosa. De repente agradeces esos pequeños gestos tontos y absurdos: un saludo, una sonrisa, una palabra amable. Son cosas normales, pero en lugar tan pequeño (o no tan pequeño) como éste y con tanta gente más o menos desconocida como ésta, las cosas más absurdas incrustadas en mitad de la rutina, del trabajo diario, se convierten en fabulosas. Como ver unos peces luna nadando junto el barco. O trabajar por primera vez cerca de las Islas Columbretes. O capturar un pez luna e intentar salvarlo, levantando entre dos los casi cuarenta quilos de bicho, aunque te llenes el antebrazo de arañazos provocados por su piel rasposa. O descubrir a media tarde un bote de Nocilla en la cocina y merendar eso, galletas con Nocilla. O estar en el puente a las nueve y pico de la noche, acabando el papeleo del día y que suene en la radio una canción que te encanta y te llena de energía como “Dancing Queen” de Abba. O ver un atardecer de colores cálidos y brillantes que te hacen recordar lo afortunada que eres de estar aquí y ahora.

La vida a bordo es bien curiosa. De repente tienes que juntar ropa sucia de varias compañeras para conseguir llenar una lavadora industrial, alguien pone la secadora a 60º y hay que sacar la ropa corriendo para que no se encoja. Y te echas cuatro risas tontas mientras repartes la ropa interior con tus compañeras de secadora. De repente te encuentras a las diez y pico de la noche, esperando acercarte más a la costa para tener conexión a internet y descargar los datos de capturas que ha hecho el barco compañero de trabajo, para compararlas, para ver qué pasa, para ver si tiene sentido todo esto que estamos haciendo. Y, a pesar del sueño, a pesar del cansancio y de las ganas de poner las piernas en alto y no volver a subir escaleras en al menos 8 horas, te quedas ahí, esperando a tener conexión. Porque la vida a bordo es bien curiosa. Y aunque esos pequeños ratos para charlar, hacer o recibir bromas y alegrarnos del buen tiempo que tenemos (de momento), a pesar de esos ratos que son tan, tan importantes a bordo, a pesar de eso, todo, todo, todo lo marca el trabajo. Pero ese trabajo que te engancha, que te come por dentro y te pide más, más y más, aunque ya sea hora de irse a dormir. Ese trabajo que disfrutas al máximo, porque tampoco es tan frecuente, porque son momentos únicos, porque son oportunidades fabulosas, porque mientras lo vives sabes y sientes que vale la pena el cansancio, el esfuerzo, el estrés y hasta el agobio. Sí, vale la pena, y mucho.

La vida a bordo es bien curiosa. Tanto su parte de trabajo como su parte de no trabajo. Porque aquí todo está mezclado y es difícil separarlo. Por eso es bien curiosa, la vida a bordo.

En la foto, atardecer sobre la costa peninsular, rumbo a Peñíscola, ayer, que no pude actualizar porque no tenía cobertura.

lunes, 3 de junio de 2013

Desde el mar

Llevamos ya dos días en el mar. Dos días de trabajo intenso. Diez muestreos con arte de arrastre experimental y tres pruebas con dragas de sedimento. Todo está yendo bien, el tiempo nos acompaña y este barco es la leche. Eso sí, tengo agujetas de subir y bajar escaleras. El primer día, en puerto, fue una locura. Ahora ya controlo el barco (más o menos) y sé en qué cubierta está cada cosa. Pero aún así, mi vida se sitúa entre cinco cubiertas por las que subo y bajo miles de veces a lo largo del día. Y eso que aún no he tenido que usar la lavandería ni tengo tiempo para ir al gimnasio, que están en otra cubierta más. Además, tengo el cuerpo lleno de golpes. Soy incapaz de vivir en un barco sin acabar con morados por todas partes: piernas, brazos y sitios que ni veo tienen ya las marcas de este buque. Es así la vida a bordo.

Ayer fue un día muy largo, hoy ha sido algo más corto, porque tenemos que desembarcar al jefe con la zodiac. Cuando esté listo, dejaremos nuestros mares y zarparemos rumbo a Castellón, donde nos esperan mañana por la mañana nuestros colegas. Hacia mares inexplorados por nosotros (al menos por mí). Hacia terra incognita. Hacia mare incognito.

La tranquilidad de hoy se ha visto alterada por una operación de rescate de un barco de pesca de la que hemos sido testigos: el barco ha tenido que ser remolcado por una lancha de salvamento. Y por la cosa más extraña que hemos cogido del fondo del mar en estos dos días: una cartera con toda su documentación, fotos familiares incluidas. El jefe se la lleva a tierra firme, a ver si aparece su dueño.

Es bueno que lo más destacado a contar sean anécdotas absurdas. Firmo aquí y ahora para que el resto de la campaña (y la que vendrá después) vaya como ha ido ésta hasta ahora. Firmo y hasta pago. Voy a publicar esto ya, antes de que nos vayamos a alta mar y nos quedemos sin cobertura.

En la foto, el faro sur de Dragonera y nuestra chimenea, hace tan sólo un rato.