lunes, 21 de enero de 2013

Una reunión con vistas

La semana pasada estuve en una reunión en Vigo. Fue un viaje relámpago, de menos de 48 horas.

Vigo no es una ciudad cualquiera. Es una ciudad a la que he ido bastante, por trabajo, pero bastante. O al menos así fue durante una temporada. Incluso un año fui 3 veces. Pero hacía ya 4 años que no iba por allí. En aquel momento escribí Quan dius adéu a un lloc on has estat, mai no saps quan te’l tornaràs a trobar [*]. Y es así. Efectivamente. Siempre.

Como decía, Vigo no es una ciudad cualquiera. Es una ciudad que no acabo de entender muy bien: de todos mis viajes, creo que sólo en uno la pateé lo suficiente para sentirme capaz de caminar por ella sin perderme. Y de tener una visión en conjunto, al menos de su casco antiguo.

Vigo, además, es una ciudad en la que tengo muchos amigos, conocidos y colegas. Y siempre es frustrante llegar allí y darte cuenta de que no puedes ver a todo el mundo.

A Vigo le tengo un cariño especial. A Vigo la relaciono con las nubes, la lluvia y el color gris. Una vez escribí que Vigo es mujer, pero no recuerdo por qué lo hice, ni qué me hizo llegar a esa conclusión. Esta vez casi ni la vi, a la ciudad.

Esta vez, mi visita a Vigo no dio para mucho. Un día de trabajo largo, muy largo. Una reunión con vistas hasta más allá de las 9 de la noche. Paseo y cena con un viejo amigo, riendo, hablando, charlando. Un final de noche en la habitación del hotel, viendo la repetición de los Globos de Oro y llorando con el discurso de Jodie Foster.

Hay días que solamente son esos, días.

Y al día siguiente, unas compras rápidas pero geniales (¡me encanta mi falda nueva!), una visita a un buque oceanográfico que aún no conocía y nada más.

Se me ha hecho corto, muy corto este viaje. Casi ni fotos: de la reunión con vistas, de un adorno en lo alto de una farola y del buque.

Habrá que volver.

[*] Cuando le dices adiós a un lugar en el que has estado, nunca sabes cuándo te lo volverás a encontrar.






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